lunes, 31 de marzo de 2008

El amor y la locura

Este cuento lo escuché por primera vez en una acampada. Nos lo contó Gonzalo, y todavía puedo recordar perfectamente lo que sentí durante ese rato. Me encantó, y probablemente sea el culpable de mi aficioncilla a los cuentos con enseñanzas y para pensar. Me ha alegrado mucho encontrarlo por casualidad, y tenía que ponerlo aquí. Espero que os guste...



Cuentan que una vez, se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso: ¿jugamos al escondite?

La intriga levantó las cejas intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: ¿al escondite? ¿y cómo es eso?

Es un juego, explicó la locura, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar de uno hasta un millón mientras ustedes se esconden, y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego.

El entusiasmo cantó secundado por la euforia, la alegría dio tanto saltos que terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar: La verdad prefirió no esconderse, ¿para qué?, si al final siempre la encontraban; y la soberbia opinó que era un juego muy tonto pero en el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya; y la cobardía prefirió no arriesgarse.

Uno, dos, tres,... comenzó a contar la locura.

La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fé subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo que, con su propio esfuerzo, había logrado subir a la copa del árbol más alto.

La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso (para alguno de sus amigos): que si un lago cristalino, ideal para la belleza; que si la rendija de un árbol, perfecto para la timidez; que si el vuelo de una mariposa, lo
mejor para la voluptuosidad; que si una ráfaga de viento, magnífico para la libertad. Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol.

El egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno. Desde el principio lo encontró ventilado, cómodo, eso sí, sólo para él.

La mentira se escondió en el fondo de los océanos. ¡Mentira! En realidad se escondió detrás del Arco Iris. Y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes. El olvido... no recuerdo donde se escondió, pero bueno eso no es lo importante.

Cuando la locura contaba novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve el amor aún no había encontrado sitio para esconderse pues todo se encontraba ocupado. Hasta que divisó un rosal, y enternecido, decidió esconderse entre sus flores.

¡¡¡Un millón!!! contó la locura. Y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la pereza, solo a tres pasos de la piedra.
Después se escuchó a la fé discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología, y a la pasión y al deseo los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas.

De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago, descubrió a la belleza. Y con la duda resulto ser mas fácil todavía, pues la encontro sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos: el talento entre la hierba fresca; la angustia en una oscura cueva; la mentira detrás del Arco Iris, ¡mentira!, si ya estaba en el fondo del océano; y hasta al olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite.

Pero sólo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás
de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando iba a darse por vencida, divisó un rosal y sus rosas.

Tomó una rama y comenzó a moverla cuando de pronto un doloroso grito
se escuchó. Las espinas habían herido los ojos al amor. La locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró, rogó, le pidió perdón y, finalmente, prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra, el amor es ciego y va siempre acompañado de la locura.






* f i n

3 comentarios:

ADRi dijo...

Alaaa! muy bonito , me lo habia contado Seb pero casi lo habia olvidado , me ha gustado mucho tenerlo por escrito.
Freaky de los cuentos y sus enseñanzas a ver si me dejas un dia un libro de esos tuyos...
Podrias algun dia contarnos algun cuento chachi en el campa jeje ;)

Luis dijo...

Este cuento siempre me ha encantado pero me ha gustado mucho volver a recordarlo.

Otra casualidad, escribí mi poema sobre la ceguera y hoy he leído este post...

RAmi dijo...

¿Una casualidad? ¿Una señal?

Recuerda que existe un lenguaje universal por el que el alma del mundo se comunica con nosotros... ;)

Un abracete!!

RAmi =)