domingo, 1 de marzo de 2009

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"Es un mensajero mascando un chicle para elefantes, a juzgar por el vigor y la amplitud maxilar que esta masticación requiere.

- ¿La señora Michel? -pregunta.
Me planta un paquete en las manos.
- ¿No tengo que firmar nada? -inquiero.
Pero ya ha desaparecido.

Es un paquete rectangular envuelto en papel de estraza y sujeto con un cordel, como los que se utilizan para cerrar los sacos de patatas o para pasear por la habitación un tapón de corcho para divertir al gato y obligarlo a hacer el único ejercicio al que se presta. De hecho, este paquete con cordel me recuerda a los envoltorios de seda de Manuela pues aunque, en su género, el papel sea por naturaleza más rústico que refinado, hay en el esmero puesto en la autenticidad del empaquetado algo similar y profundamente adecuado. Se observará que la elaboración de los conceptos más nobles parte de lo trivial más tosco. Lo bello es la adecuación es una idea sublime surgida de las manos de un mensajero rumiante.

La estética, a nada que uno reflexione sobre ello con una pizca de seriedad, no es sino la iniciación a la Vía de la Adecuacción, una suerte de Vía del Samurai aplicada a la intuición de las formas auténticas. Tenemos todos anclado en nostros el conocimento de lo adecuado. Este conocimiento es lo que, en cada instante de nuestra existencia, nos permite aprehender la esencia de la cualidad de lo adecuado y, en esas raras ocasiones en que todo es armonía, disfrutar de ello con la intensidad requerida. Y no hablo de esa suerte de belleza que es dominio exclusivo del Arte. Quienes, como yo, se siente inspirados por la grandeza de las cosas pequeñas, la buscan hasta en el corazón de lo no esencial, allí donde, ataviada con indumentaria cotidiana, surge de cierto ordenamiento de las cosas corrientes y de la certeza de que es como tiene que ser, de la convicción de que está bien así.

Desato el cordel y quito el papel. Es un libro, una hermosa edición encuadernada en cuero azul marino, de grano grueso, muy wabi. En japonés, el término wabi significa una forma desdibujada de lo bello, una clase de refinamiento disfrazado de rusticidad. No sé muy bien qué querrá decir eso, pero esta encuadernación es indiscutiblemente wabi.

Me calzo las gafas y descifro el título."

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